Cuando María Luisa y Felipe, decidieron veranear en Mar del Plata, en 1931 si bien el automotor comenzaba a ganar terreno, el tren seguía siendo un sinónimo de seguridad y confort. Y en poco más de seis horas llegaba a la ciudad balnearia. Pero en aquellos tiempos, todo viaje requería de una ceremonia, porque todavía era un destino que gozaba de cierto prestigio, había que pensar en la indumentaria, de acuerdo a la vida social que se podía llevar, y si se encontraban con amigos, el glamour debía de ser el doble. María Luisa no iría a la playa llevando una heladerita con sandwiches de milanesa para almorzar en la playa, ni llevaría el mate. ¡Y mucho muchísimo menos caminaría por la rambla de la Bristol en ojotas traje de baño y pareo!. Mi primer visita a Mar del Plata fue con ellos y mi madre unas cuantas décadas después, Yo tenía unos tres años, así que mucho no me acuerdo, salvo por algunas fotos en blanco y negro que guardaron los momentos que la memoria olvidó. Por entonces
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